El sector necesita medidas estructurales y apostar por modificar la Norma de Calidad, porque así la crisis actual le hubiese afectado pero en menor medida.
El sector del porcino ibérico se encuentra actualmente, a nivel nacional y regional en Extremadura, en un momento muy complicado, debido a la crisis provocada tras el Estado de Alarma por la pandemia por COVID-19 que, al bloquear la salida de ibérico y sus ventas, ha agravado los problemas que el sector ya venía arrastrando desde las pasadas Navidades. Unos problemas causados por la alta producción, con cerca de 3,5 millones de cochinos al año, que ha hecho que la oferta supere a la demanda y el mercado adoleciera de cierta pesadez.
Sí es cierto que hemos registrado una salida importante ante la demanda por parte del mercado asiático, pero se centra fundamentalmente en carne fresca, mientras que el consumo de las piezas nobles, como el jamón o la paleta, se centra en España y no se exporta. Así, el mercado no ha sido capaz de absorber tanto producto curado y su comercialización no ha sido de la forma en la que se preveía.
Todo ello ha influido, sin duda, en los productores, que han visto cómo los precios que recibían iban bajando cada vez más y ya de forma más importante durante el Estado de Alarma llegando a estar por debajo del coste de producción de los animales. Es inasumible recibir por cochinos ibéricos cebados, tanto de cebo como cebo de campo, entre 10 y 14 euros por arroba cuando los costes de producción no están por debajo de los 16 euros. Hay que recordar que Extremadura es la mayor productora de porcino ibérico, por lo que esto nos ha llevado a tener cuantiosas pérdidas durante este año que calculamos en torno a los 100 ó 120 euros por animal cebado.
Ahora parece que el mercado va recuperándose un poco, pero lentamente y, desde luego, las perspectivas no buenas a largo plazo ya que debemos tener en cuenta que se trata de productos curados, que una paleta va a estar en curación como mínimo un año y medio y un jamón, dos años o dos años y medio. Así que lo que no se ha comercializado durante estos meses va a salir a mercado con precios más bajos y todo eso afecta a la cadena: si un producto curado vale menos, la materia prima también vale menos.
En este sentido, las medidas anunciadas por el Ministerio de Agricultura pueden paliar, aunque solo sea en parte, el precio que recibe el productor, aunque no son la solución para que el sector del porcino ibérico pueda tener un futuro. Necesitamos medidas estructurales y aún estamos a tiempo de tomarlas y ponerlas en marcha.
Acciones como, por ejemplo, ayudas a la reestructuración de las explotaciones para así disminuir el censo de madres. O quizás otras en este mismo sentido, que sean a largo plazo y que tengan como objetivo compensar la oferta y la demanda de este sector. Las medidas que se han propuesto hasta ahora, y que son un anuncio aún, pueden paliar en parte las pérdidas que ha llevado al sector a esta situación por la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia de COVID-19 al desaparecer gran parte del consumo por el cierre del canal Horeca, pero no son la solución a esa crisis. Además, si se dan, será en un momento en el que el sacrificio de animales es bastante menor comparado con la que hemos tenido durante los meses del Estado de Alarma.
Hay que apostar por profesionalizar aún más este sector y ahí las cooperativas tenemos mucho que decir. No se puede ofertar individualmente en un mercado con muy pocos compradores y el sistema cooperativo es una salida fundamental para la competitividad al integrar a las explotaciones en sistemas productivos organizados y llegar a un alto nivel de cooperativización similar al que tiene el sector ovino por ejemplo. Aunar esfuerzos siempre es bueno y las cooperativas son el medio para ello, a fin de lograr una mayor competitividad.
Y hay que apostar también por adaptar la Norma de Calidad de la Carne, el Jamón, la Paleta y la Caña de Lomo Ibérico a las necesidades reales del mercado. Es algo que venimos pidiendo desde hace tiempo, además de forma unánime por parte de cada eslabón del sector y, sin embargo, se sigue retrasando el debate que lleva ya dos años abierto. Esta Norma funciona desde 2014 y en estos años ha demostrado que ha funcionado, porque ha regulado bastante el mercado, pero hay que solventar las deficiencias que se ha visto que tiene.
Seguramente si se hubiese acometido esa adaptación normativa, la crisis nos hubiese afectado pero en menor medida.
Esas adaptaciones serían que los animales estén certificados como ibéricos pero que no sea necesario que estén inscritos en el árbol genealógico o que se regulen la edad de sacrificio y peso de los animales de cebo, ya que el mercado demanda productos curados de menor peso por el tipo de familias y por el tipo de consumo. Se trataría, por tanto, de adaptar la Norma a las propias necesidades del mercado en cuanto a la comercialización y de valorar el sistema productivo tradicional como complemento básico y fundamental para mantenimiento dehesa. Gran parte de la dehesa del suroeste español está basada en las explotaciones de extensivo de diferentes razas de animales autóctonas que se complementan entre sí y el sector del porcino ibérico colabora en el mantenimiento de ese ecosistema, por lo que debería ser valorado en los pagos verdes de la PAC.
En definitiva, entendemos desde Cooperativas Agro-alimentarias Extremadura que se deben acometer cambios de distinta índole en el sector para que tenga un futuro, para que esté en una situación mejor y, quizás, dar un paso atrás para hacernos más fuertes con el objetivo de que en un año y medio pudiera volver a situación de crecimiento en la que estaba.